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Aceptar la muerte |
Ser conscientes de la vida
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para morirse solamente hay que estar vivo
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Sí existe |
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Alguna vez le mostré este sitio web a una chica sudamericana, francamente no recuerdo exactamente de que país, pero a ella (en sus propias palabras) le pareció un poco repugnante el tema. Y es que hablar de la muerte es difícil, mucha gente no admite siquiera pensar en la existencia de ella.
Se resisten a darse cuenta de que en esta vida solamente tenemos una cosa segura: la muerte. Esta visión parece ser muy fatalista, pero también es una verdad que correctamente vista a profundidad nos dota de un sentido de claridad ante cada aspecto y capítulo de nuestra vida.
Esta perspectiva es ampliamente tratada en los libros de Carlos Castaneda. Cabe apuntar algunas líneas sobre la veracidad de sus libros, en internet abundan las referencias a este autor, aborrecido por algunos, venerado por otros. Simplemente se trata de un estudiante de antropología que escribió su libro en el momento adecuado para asegurar su éxito, pero detrás de la figura de Don Juan hay cientos de chamanes, brujos y nahuales mexicanos a los que Castaneda entrevistó profusamente, todo aderezado con esencia oriental.
Una vez aceptada esta verdad es posible sacar provecho de las enseñanzas de Don Juan; este señala a Carlos que cuando tenga duda, simplemente voltee hacía la izquierda y le pregunte a su muerte sobre su dilema.
Esta ingeniosa metáfora nos remite al consejo que nos deja el monje vietnamita Thich Nhat Hanh:
Al enojarnos en la dimensión histórica, cerramos los ojos y observamos profundamente. ¿Dónde estaremos al cabo de trescientos años? Abrimos los ojos y nos abrazamos. |
Es decir, la idea es tener presente que la muerte es una verdad innegable, y por lo tanto nada importa tanto como ser consciente cada momento, cada instante de que estamos existiendo, de que se nos ha permitido tener esta percepción, esta vida.
No se confunda esto con una invitación al hedonismo barato, al contrario, mirar esto profundamente, hasta ver su verdadera naturaleza, nos obliga a ser conscientes de todas las necesidades provocadas por la gran tragedia humana de vivir en una formación social como la nuestra.
Mictiuh aboga por ser conscientes en todo momento bajo cualquier circunstancia de que la muerte es parte de la vida, así como lo es el trabajo, el amor, la felicidad, la melancolía, la reproducción, y la soledad.
Es decir, tampoco debe volverse la muerte una obsesión, no debemos tampoco atraparnos por esta idea y no permitirnos desarrollarnos por el temor a la muerte.
La muerte existe, sí, pero está al final.
En tanto, momento presente, momento maravilloso.
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Ejercicios propuestos |
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Mictiuh propone dos ejercicios, para permitir que la idea de la muerte entre en nuestras vidas de modo sereno.
El primero, tomado del libro “La muerte es una ilusión” del monje vietnamita Thich Nhat Hanh, es tan sencillo como tocar la tierra, la idea es meditar y ser conscientes mientras lo hacemos:
Muchos de nosotros pasamos mucho tiempo preguntándonos: «¿Por qué he de morir?». Pero la pregunta más importante que hemos de formularnos es: «¿Qué ocurre antes de que yo muera». Tienes que acercarte a tu ser amado y preguntarle. «¿Querida, quién eres tú? ¿Eres la misma persona con la que me casé hace treinta años o eres otra distinta? ¿Por qué has venido aquí? ¿Adónde irás? ¿Por qué tendría que llorar el día que tú mueras?». Estas preguntas son tan importantes que no podemos responderlas solamente con el intelecto. Necesitamos algo más profundo y completo.
La práctica de Tocar la Tierra puede ayudarnos a percibir nuestra verdadera naturaleza del no-nacimiento y de la no-muerte. Si la practicamos como el Buda lo hizo, puede ayudarnos a alcanzar una verdadera clara visión.
En los sutras se ha escrito que el día antes de que el príncipie Siddharta se convirtiera en el Buda, el Iluminado, dudó un poco sobre su capacidad para llegar a iluminarse por completo. Había tenido una gran confianza en sí mismo, pero entonces algo le hizo dudar. Así que practicó el Tocar la Tierra. Para transformar aquella duda tocó la tierra con una de sus manos. Al día siguiente el príncipe Siddharta se convitió en el Buda.
Si visitas cualquier templo budista de Asia, verás siempre en él estatuas del Buda tocando la Tierra con una de sus manos. Tocar la tierra es un práctica muy profunda que nos ayuda a transformar nuestros miedos, dudas prejuicios y cólera. |
El segundo fue algo que yo ideé:
Cuando naces no tienes idea de la muerte. Apenas poco tiempo después conoces la pérdida, extraviando o destruyendo algún objeto, tal vez un juguete. Lentamente vas creciendo y entonces sucede que pierdes a algún familiar.
En tu mente se forma la siguiente idea: “jamás volveré a ver a esa persona, nunca” y oyes en tu familia este comentario: “lo hubiéramos visitado más, siquiera le hubiera llamado más por teléfono”. Pero sabes que no hay manera ya de remediarlo.
Con eso en mente, justo en el año 2003, unos días antes del acontecimiento que daría lugar a Mictiuh, tuve la idea, casi la necesidad de hablar con mi familia y proponerles un ejercicio.
Sin tratar de darle tintes de psicomagia o algo similar, les propuse a mis padres imaginar que cada uno de nosotros había fallecido inesperadamente. Los demás se limitarían a escuchar, cual espíritus expectantes de juicio, igual de invisibles, igual de silentes.
Así, cada uno de nosotros le dijo a cada miembro de la familia lo que en verdad pensaba de él, lo que le hubiera gustado escuchar, respuestas que oir, opiniones que dar, consejos no dichos y declaraciones ocultas.
El otro no tenía que responder, y así se hizo. No se juzgó nada, un muerto no puede ya juzgar. Por supuesto que el juego se hizo sin violencia, sin recriminaciones absurdas. Solamente se dijo lo que exactamente se dice a una persona muerta; justo cuando uno percibe que nada importa, salvo intentar ser impecables con ese ser querido.
Aquello resultó catártico, desde entonces la familia pudo corregir muchas de sus complicaciones. |
Pero, ¿y si nuestro ser querido ya se ha ido y no pudimos hacer esto con él en vida?
Probablemente en esta página no esté toda la respuesta, este no es un portal que busque dar alivio al dolor de perder a alguien. Eso es un proceso complejo, puede durar años o irse delicadamente como el aleteo de una mariposa.
Sin embargo, deseo apuntar unas pocas cosas sobre el particular, pero no se trata de recetas, deben acompañarse de una profunda meditación y del deseo de mirar profundamente el hecho.
Cuando venga el dolor de la ausencia procura recordar la sonrisa de tu ser querido.
Tu cuerpo es el santuario en donde está depositado todo tu pasado, es la casa de tus antepasados. Cuandos estás triste dañas tu cuerpo, cuando estás triste dañas a tu ser querido.
Deja reposar la esencia de tu antepasado, no la incomodes con pensamientos negativos, al contrario, alégrala con tu bienestar.
Cuando miras profundamente las cosas, te das cuenta que tanto la presencia como la ausencia tienen la misma fuerza (tal como el amor y el odio), estas dos manifestaciones tienen la misma pasión, pueden devorarte por igual; úsalas sabiamente. |
Mi deseo sería explayarme en estas ideas, pero este no es el espacio adecuado. Mictiuh no busca ser mórbido,
tan sólo señala que la celebración de los muertos
es la fiesta de los vivos, Mictiuh quiere simplemente lanzar una invitación a aceptar la muerte, ¿cómo?, aceptando tu vida, trabajando desde este mismo momento.
Lo que hoy vives será tu pasado, ¿cómo lo vas a construir?
la manera en la que vives tu presente señalará tu futuro
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Texto: Héctor García Franciso |
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