Bueno, te contaré cómo es la costumbre de mi bello pueblo, la celebración de nuestros difuntos.
A los niños muertos, que son los que llegan primero, llegan a las 12 del día; los esperamos con un enorme altar hecho con ramas de cedro fresco, con flores, racimos de pan, frutas, dulces, frijoles de la olla, agua. Esto se da a las 12 horas.
Platicamos por la noche con ellos, les rezamos también, cantamos a la ru ru niño a la ru ru ya. Al otro día se despiden a las 12 del día, igualmente como llegaron.
Y entonces llegan los muertos grandes, como son lo papás, los abuelos, los tatarabuelos, tíos, etc., etc.
Se les espera a ellos con todo los que les gustaba: pan de muerto hecho con pulque (¡mmm, riquísimo!), mole, pulque, tortillas, frijoles, tequila, cigarros (si es que alguien de ellos fumaban) si no, no se les pone; pero sin olvidar lo que más le gustaba en esta fecha. Por ejemplo a mi padre le gustaba su naranjate, hecho con jugo de naranja y alcohol.
[También lleva] flores de cinpasuchil de las que son silvestres, sobre todo se les pone mucho más pan colgado en el altar, así le llamamos en nuestra tierra, bueno también ofrenda; y con las pencas de los magueyes les hacemos hoyos a la medida de los cirios, así hasta llenar la penca del maguey, bueno, dejando un espacio.
Y por la noche le ponemos cafecito, obviamente con pan. Y por la noche se espera a los rezanderos para rezarles alabanzas a los muertos, se quedan un rato y se van. También pasan los mayordomos pidiendo ceras para las ánimas benditas del purgatorio y para los muertos que ya no tienen a nadie quien les prenda una luz; después que se van estas personas, nosotros, cada quién en su casa, seguimos rezando hasta la madrugada, también platicas tú con ellos, tomando café con pan.
Yo personalmente, esto hacíamos con mi madre, nos gustaba mucho porque platicábamos después de rezar, también nos gustaba muchísimo comer pan con miel de abeja, para mí era muy saludable convivir así con mi mamita querida y santa.
Al otro día nos íbamos a encaminar a nuestros muertos al panteón, les llevábamos veladoras para prenderles en su tumba, también les llevábamos frutas y tamales, cuando hacíamos esto limpiábamos las tumbas y se pintan las cruces, y se llenan de flores.
El panteón luce bellísimo limpio, lleno de flores de todos colores, hasta parece que los muertos se levantaran de sus tumbas a platicar, a oler las flores, a agradecer los hacen por ellos.